REFLEXIÓN SOBRE LAS
DIFICULTADES DE LA PARTICIPACIÓN DE LAS FAMILIAS EN LA ESCUELA
Desde el siglo XVII múltiples voces han aclamado el poder
de la escuela como transmisora de aquellos valores incapaces de ser absorbidos
por los niños mediante la familia (Feito, 2010). Y así ha sido: mientras las
familias eran el primer agente socializador, transmisor de los valores más
elementales, la escuela ha ido complementándolos tanto para la mejora de la
educación como para la del desarrollo integral de los más pequeños.
Numerosos cambios sociales han ido produciéndose a lo
largo de los últimos siglos, y con ello la visión de la educación y el papel
que han de tomar las familias en las escuelas. Así, podemos decir que lo que
hoy en día conocemos como familia moderna: lazos afectivos e íntimos fuertes;
individualismo afectivo, que lleva a los vínculos matrimoniales por elección
propia y guiados por el amor romántico, y el aumento en la orientación al
consumo en lugar de a la reproducción (Giddens, 2007), difiere enormemente del
concepto de familia premoderna. De la misma forma, esos cambios en una sociedad
cada vez más moderna y globalizada han llevado a una concepción del niño de
tener que alcanzar el máximo privilegio, haciéndole equiparable al trato que
recibe una persona de gran prestigio, tal vez por querer darles lo que los
padres no tuvieron o por complejo.
Distinguimos
cuatro tipos de familia según su papel educador: aquellas con buenas relaciones
y muy unidas, además de no tener la necesidad de abrirse al exterior; las que
constantemente llevan al conflicto por el escaso contacto; en las que prima la
coexistencia pacífica (hay conflictos pero no notables), y aquellas que
muestran una buena comunicación y se muestran abiertas (Feito, 2010).
Por
otra parte, en las escuelas se ha querido introducir en los últimos años, de
golpe, las novedades que el mercado ha ido sacando a la luz, inducidos por el
deseo de ser los primeros en calidad de enseñanza y provocando a su vez el
efecto contrario al deseado: poca formación del profesorado para la utilización
del mismo, mal uso de los medios, consumismo que parte de la población no puede
permitirse y frustraciones por parte de las familias por ello… Además, el
aumento de años obligatorios de escolarización ha supuesto una visión de que “más
cantidad se hace equivaler a menor calidad” (Feito, 2010), por la poca
adaptabilidad de los contenidos escolares a la realidad social, y “de la cual
es cómplice el hedonismo que promueven entre sus hijos las familias” (Feito,
2010).
La
frustración e impotencia crecientes en el sector docente consecuentes de la
relegación por parte de los padres de las tareas educativas de sus hijos a los
mismos, bien por la ocupación en el trabajo, la incompatibilidad de horarios,
la sobreprotección o la incapacidad para manejarse en el nuevo mundo
tecnológico de los niños, o bien por reformas educativas ante la crisis
(reducción del profesorado, aumento de las ratios…) recalca que la intervención
de los padres en la educación de sus hijos es necesaria, puesto que desde la
escuela es muy difícil transmitir una educación en valores y las pautas
necesarias que formen y completen al niño como ciudadano. De esa forma,
mientras que los profesores quieren tener una educación en la que la calidad
prime sobre las demás cosas (asumiendo papeles de todo tipo que nada tienen que
ver con la concepción de los profesores de antaño y viéndose a sí mismos
desbordados por ello), muchos padres solo quieren de ella que los alumnos aprueben
y pasen de curso, asumiendo un papel sumiso en la educación de los más pequeños
y dejando el rol socializador de padres, como hemos dicho antes, al cuerpo
docente. Todo ello se ha debido, entre otras cosas, a la elección de centro,
guiándose algunos padres solamente por el hecho de ser escuelas de prestigio
aquellas en las que escolarizan a sus hijos, teniendo así amplias expectativas
de la educación que los pequeños recibirán y sin embargo revelándose cuando
aparecen contratiempos (Feito, 2010).
Por
tanto y como conclusión a lo anteriormente expuesto, ha de haber un cambio en
la mentalidad tanto de padres como de profesores, de tal forma que ambos
sectores pongan de su parte para colaborar en la realización del niño como
persona y del centro educativo en sí, además de velar ambas partes por el
cumplimiento de la forma de educación que le es correspondiente, no delegando
esa labor para el otro, en ningún caso.
BIBLIOGRAFÍA
Feito, R. (2010). Familias y escuela. Las razones de un
desencuentro. Educación y Futuro, 22,
87-107.
Giddens, A. (2007): Sociología. Madrid: Alianza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario